Los efectos de las sustancias toxicas en el cuerpo son muy diversos: los
reflejos disminuyen y se pierde la coordinación; pero lo más importante
es que afectan al espíritu de dos maneras. Primero, desdibujan el
pasado y borran tanto los recuerdos agradables como los desagradables y,
en segundo lugar, anulan cualquier pensamiento sobre el futuro. Las
sustancias intoxicantes confinan a la persona que las toma en el
presente, en el aquí y ahora, sin tener en cuenta el futuro, sin ninguna
consideración por el pasado. Ahí está la trampa, en esa creencia de que
nada tiene valor, creencia que explica el ansia desenfrenada e
insensata por saciarse de placeres físicos. Cuando una persona está bajo
el efecto de sustancias intoxicantes puede ocurrir que asuma retos
temerarios, porque su guía interior, o incluso su instinto de
supervivencia, están mermados. ¿Cuántos guerreros jóvenes se lanzan a
una muerte segura al enfrentarse a enemigos muy superiores? ¿Cuántas
mujeres jóvenes se quedan encintas de hombres que nunca aceptarían como
futuros esposos?
Ahí está la trampa, en esa creencia nihilista que yo me niego a aceptar.
Yo vivo mi vida siempre con la esperanza de que el futuro será mejor
que el presente, aunque sé que debo esforzarme para que sea así. Ese
esfuerzo es el que proporciona una auténtica satisfacción en la vida,
una sensación de logro que, en el fondo, todos necesitamos para ser
felices. ¿Cómo podría seguir siendo fiel a esa esperanza si me
permitiera un momento de debilidad que bien podría destruir todo lo que
tanto me he esforzado en conseguir y todo lo que espero alcanzar? ¿Cómo
habría reaccionado ante tantos peligros imprevistos si, cuando
surgieron, hubiera estado bajo la influencia de una sustancia que
ofuscara la mente, una sustancia que mermara mi juicio o que alterara mi
visión de las cosas?
Los placeres sexsuales son, o deberían ser, la culminación del deseo
físico combinado con la decisión intelectual y emocional de entregarse
en cuerpo y alma, cuando existe un vínculo de confianza y respeto.
Yo soy incapaz de vivir en una autocomplacencia sin esperanza, porque
eso es lo que es, un revolcarse en los niveles más bajos de la
existencia, y todo ello debido, creo yo, a la falta de esperanza en un
nivel superior de existencia.
¿Qué es lo que empuja a una persona a ese pozo? Creo que el dolor, y los
recuerdos demasiado horribles para enfrentarse a ellos cara a cara y
aceptarlos. Ciertamente, las sustancias intoxicantes difuminan los
padecimientos pasados, pero a costa del futuro, y eso no sale a cuenta.
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